Tengo que reconocer que me pierden los perros.
Me gustan todos: grandes, pequeños, medianos, cachorros, viejecitos... pero tengo una clara tendencia hacia los que son peluditos y de color claro.
Parece que estoy describiendo al mío, pero no es así.
Rubi llegó a mi vida cuando tuvo que llegar. No fue un perro largamente anhelado. Fue cuestión de empezar a pensarlo, comentar con quien tenía que hacerlo y en dos o tres semanas ya estaba aquí, con nosotros, conmigo. A Soria lo fuimos a buscar muertas de miedo por si no se acostumbraba a estar con nosotras, por si echaba en falta a su familia anterior (tenía siete meses), por si no lo hacíamos bien (éramos completamente novatas).
¡Tantos miedos... y tanta felicidad!
Es el rey de la casa y la alegría de mi vida salvando todas las distancias habidas y por haber con la heredera.
De hecho, yo hablo mucho con él, aunque no me contesta, claro. Sabe cuando hablo de él porque mueve como loco el rabito mientras me mira fijamente. Supongo que distinguirá el tono. Muy a menudo le pregunto: ¿Dónde está lo más bonito de mi casaaaaa? y como esté la heredera cerca se oye inmediatamente: " Aquííííí ". Se refiere a ella misma, dejando clara su posición, por si acaso.
UPSSS!!! suelo pensar yo, a continuación. Y me quedo un poco descolocada, con la impresión de que debo asegurarle que ella es la que encabeza la lista.
César Millán, el encantador de perros, me reñiría porque aunque sí le he impuesto normas claras, en muchas ocasiones le trato, casi, como a una persona. He visto muchos de sus programas y admiro su instinto y experiencia a la hora de tratar con perros, pero, con todos mis respetos, Rubi es más que un perro para mí.
Es un amigo fiel, nunca me miente, me da calorcito físico y espiritual, no me discute ninguna decisión, siempre me recibe con la misma alegría y tiene la mirada más cálida que yo haya visto en un perro y mira que llevo años mirando y acariciando peluditos.
Yo vuelvo a casa contenta cada día porque sé que él está ahí, esperándome.
Nadie sabe lo bien que me siento al verle, lo feliz que soy porque forma parte de mi vida.
Una de las primeras veces que fuimos con él a la consulta veterinaria le decía muy cariñosamente Camino, la veterinaria que le estaba atendiendo: "¡Vaya suerte que has tenido!, ¿eh, Rubi? "
Creo sinceramente que somos nosotras quienes tuvimos suerte.
No ladra, no da guerra, no estropea nada, no muestra ansiedad por separación, viaja encantado en el coche... solo te sigue por donde vas porque quiere estar cerca , necesita verte aunque sea desde la alfombra del pasillo. A veces, tengo la impresión de que tiene algún gen de perro pastor o guardián, pero muy lejano, muy mezclado, muy diluido. Actúa un poco como si te pastorease.
Es muy cariñoso, le encanta que le acaricien y necesita tocarte, sentirte cerca; por eso se arrima y se acurruca junto a ti unos minutos. Luego se baja y se tiende en la alfombra, ya es feliz.
Más de uno pensará que no he nombrado ninguna raza. Todas me gustan. Hay perros que son mucho más guapos que otros, algunos son enternecedores porque son chiquitines y otros son fuertes y te dan seguridad, pero cada dueño está loco por el suyo.
En el parque he visto hombres de metro noventa hablando a su cachorro de pastor alemán o bóxer no tan cachorro poniendo esas voces imposibles con que hablamos a los bebés y a otros babeando literalmente cuando el perro de turno se les acerca con el palito o la pelota pringosa y destrozada para que jueguen con ellos.
Lo que sí tengo claro es que cualquier persona no puede tener cualquier perro. Hay que pensar muy bien cuál nos conviene, si podremos atenderle bien, si puede vivir en un piso o necesita terreno o jardín, si es una raza muy activa o no, si...
Lo mejor es consultar con un buen profesional, adoptar mejor que comprar y tener claro que una mascota no es un peluche, es una responsabilidad.
Si hay un tipo de personas que merecen todo mi desprecio y sacan lo peor que hay en mí son los maltratadores. Deberían endurecerse las leyes contra el maltrato animal y, de paso, unificarse en todas las autonomías. Debería dejar de ser una falta y convertirse en delito, pero de eso hablaremos otro día.
Si no eres feliz, pon un perro en tu vida.
Te devolverá mucho más de lo que tú le des.
*Si te gusta lo que lees, apúntate en Amigos que me leen.