CALLE DE LAS LINDAS
Atravesaba las callejuelas oscuras con la tranquilidad que dan los años.
A punto de desembocar en la explanada de La Colegiata se agachó junto al pequeño muro que había en el centro.
Se acercaban. Eran varios hombres embozados pero apenas hacían ruido. Solo su instinto le había permitido esconderse a tiempo.
No era un buen sitio. Le verían en cuanto bajaran las ocho escaleras.
Sonrió para sí al tiempo que con un solo y fluido movimiento se erguía en toda su estatura, desenvainaba su espada y derribaba a las dos primeras figuras. El resto permaneció en pie menos de dos minutos. Nadie gritó. Las exclamaciones sonaban entre dientes o no sonaban.
Saludó con respeto al último caballero antes de hundirle la espada en el corazón.
Se alejó con rapidez a a esas horas en las que la soledad pesa y duele.
Solo se detuvo al llegar a la calle de Las Lindas. Miró hacia arriba una sola vez sabiendo que nunca podría volver a Santillana, que nunca volvería a abrazarla para librarla de todo mal. Ahora pertenecía a otra persona.
Su tiempo había pasado.
Santillana del Mar (Fuente: Blanca) |
#En pocas palabras englobará una serie de microrrelatos que se publicarán en domingo.
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