Querido diario:
Acabo de volver de vacaciones y siento vergüenza.
Nos quejamos mucho y por cualquier cosa: por volver a madrugar, por retomar la rutina, porque llueve y hay que ponerse de nuevo los zapatos cerrados con la pereza que da...
Mientras tanto nos olvidamos de todas esas personas que tratan de atravesar fronteras de forma suicida porque huyen del hambre o de guerras que solo interesan a unos pocos. Nos olvidamos de aquellos que padecen una enfermedad grave y, también, nos olvidamos de los que lloran la ausencia definitiva e infinitamente desoladora de maridos, hermanas que ejercieron de madres o amigas del alma...
Dejémonos de tonterías, valoremos todo lo bueno que nos rodea y busquemos el modo de ayudar a otros (sean de dos o cuatro patas). Quizás así...
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Bravo. No lo podías haber explicado mejor. Miremos también por los demás, y por su situación.
ResponderEliminarGracias, Marta. Como casi siempre esto no es solo cuestión de sensibilidad sino también de educación. Lo que enseñamos los profesores solo adquiere verdadera dimensión si los niños lo viven en su casa.
ResponderEliminarNo hay que rendirse. Rendirse no sirve de nada, no ayudará a nadie.
Hola amiga. La verdad es que poner la tele y ver la situación tan dramática de millones de personas es para echarse a llorar. Ojalá tuviésemos todos un poco más de humanidad. Muchos besicos
ResponderEliminarEn estas situaciones la bondad de la gente corriente supera la obligación moral de los gobiernos. Ya hay voluntarios en varios países ofreciendo sus propios hogares a familias de refugiados. Esa es la forma de educar a nuestros hijos, ese es el ejemplo que hemos de dar. Un abrazo, Puri.
ResponderEliminarCertera entrada...como siempre. Abrazos.
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