La espera
La noche avanzaba y él continuaba despierto esperando su llegada.
Tuvo tiempo de repasar los grandes acontecimientos del último año: recortaba cada vez mejor, pintaba con los pinceles que les repartía la maestra sin tirar los botes y, sobre todo, era capaz de subir y bajar él solito las escaleras de la casa de juegos que había en el rincón.
En conjunto estaba bastante contento. No había roto muchas cosas aparte de unos platos de postre, un cuenco de cerámica y el jarrón aquel tan feo que decían que era carísimo.
Solo tenía un deseo: montar a Belleza, sentir sus sacudidas y su calor cuando galopaban a la aventura y luego descansar junto al fuego mientras contaban historias.
A punto de quedarse dormido oyó el familiar ruido del coche mientras aparcaba y sonrió. Ya estaba allí. Su ex mujer le traía a su hijo para que pasaran juntos la Navidad.
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*La felicidad no existe si no se comparte.
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